«Más presente y menos futuro»

La falta de control y la incapacidad de predecir el porvenir me susurran al oído una ansiedad que no cesa. Esa incertidumbre me hace frágil, arrancándome la ilusión de seguridad y estabilidad que tanto ansío.

La incertidumbre es el pan de cada día, una compañera inevitable. Pero también es una maestra silenciosa, ofreciéndome lecciones para crecer y aprender a convivir con ella.

Aceptar que no siempre puedo tener todas las respuestas, que no soy dueño de cada hilo que teje mi destino, es un alivio. Es como soltar un peso invisible que oprime mi pecho.

Puedo aprender a navegar los cambios, enfrentar la incertidumbre con una mente abierta y un espíritu resiliente. La clave está en tejer estrategias, bordar una manta que me abrigue del estrés y la ansiedad que trae la incertidumbre.

Esto incluye técnicas de relajación, como la meditación, que me enseña a escuchar el silencio, o el ejercicio físico, que me conecta con mi cuerpo.

También busco refugio en el abrazo de mis seres queridos, y me esfuerzo por vivir en el presente, en lugar de perderme en las sombras del mañana.